Parece mentira, pero después de tantos retrasos el telescopio espacial más grande y más potente que ha concebido el hombre ya está viajando hacia su destino final, el punto de Lagrange L2 a unos 1.500.000 km. El James Webb nos ha acostumbrado a tantas sorpresas y sobresaltos que hoy tuvimos el derecho de la duda, hasta el clima amenazaba por cancelar el lanzamiento sobre las últimas horas. Sin embargo, el flamante telescopio partió hoy a las 12:20 UTC desde la Guayana Francesa, tal y como estaba previsto.
Más de dos décadas y media de trabajo incansable y un presupuesto que se ha venido incrementando casi sin límite hasta casi 10 mil millones de dólares, hoy son parte de una página que por fin ya es historia. El telescopio James Webb será la respuesta a los misterios que despertó el mítico telescopio espacial Hubble, en sus imágenes más lejanas del universo. El nuevo observatorio nos ofrecerá una visión totalmente nueva del Universo: desde nuevos y exóticos exoplanetas nunca vistos, hasta las primeras luces de estrellas y galaxias en pleno nacimiento hace 13.500 millones de años.

La misión no hubiera sido posible sin el trabajo mancomunado de tres agencias espaciales, la NASA de Estados Unidos, la CSA de Canadá y la Agencia Espacial Europea que está integrada por Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Países Bajos, España, Suiza, Suecia, Bélgica, Dinamarca. Hoy los ingenieros del proyecto pueden respirar algo aliviados pues con el éxito del lanzamiento el telescopio ha superado un desafío muy importante. Pero este es solo el primer paso de una sucesión de acontecimientos que van a ocurrir durante un mes empezando a contar desde hoy. Los catorce días de terror es como bautizaron a este periodo inicial y no es para menos porque día tras día el telescopio deberá desplegarse, lo que mantendrá en vilo a todo el equipo detrás de esta misión.
Hoy durante el lanzamiento en los centros de control de la Guayana Francesa las mascarillas escondían rostros concentrados y a la vez emocionados. «Es un momento muy emocionante para todos los que llevamos mucho tiempo trabajando en él», afirmaba conmovida Begoña Vila, astrofísica española e ingeniera de sistemas en el centro de vuelo espacial Goddard de la NASA, quien trabaja en la misión desde el 2006 y hoy fue la presentadora de la retransmisión en español del lanzamiento. «Estamos ante un momento histórico. Estos son los primeros minutos de un viaje que durará un mes y nos revelará después muchos misterios del Universo. Es increíble», decía la gallega poco antes de que el telescopio se separase de su cohete, momento en el que la alegría y los aplausos estallaron en la torre de control.

«Se trata de un telescopio con un nivel de complejidad nunca visto», afirmó Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, quien explicó en la rueda de prensa previa al lanzamiento que los últimos retrasos se han debido a la rigurosidad de las pruebas, que han dilatado la fecha del despegue. Porque, debido a la posición tan lejana de su órbita, el telescopio más grande y avanzado jamás creado por la humanidad solo tiene una oportunidad para que todo salga bien, al contrario que su predecesor, el Hubble, que ha sido reparado en múltiples ocasiones por misiones humanas desde su lanzamiento a principios de los noventa.
«Esta es una misión extraordinaria» -afirmó por su parte Bill Nelson, administrador de la NASA. «Es un ejemplo brillante de lo que podemos lograr cuando soñamos a lo grande. Siempre hemos sabido que este proyecto sería un esfuerzo arriesgado, pero por supuesto, cuando quieres una gran recompensa, tienes que correr un gran riesgo».
Poco antes de los 30 min después del despegue, el James Webb se ha liberado de la cofia que lo llevó por encima de la atmosfera terrestre, encima de un cohete europeo Ariane 5. Se debió lanzar plegado para no superar los 5 metros de largo, pero en los próximos días, sus elementos principales empezarán a extenderse hasta alcanzar el tamaño aproximado de una cancha de tenis (21 metros de largo y 14 metros de ancho, más los 6,4 metros que mide su enorme espejo, formado por 18 segmentos más pequeños), todo esto con movimientos de precisión milimétrica.
Aunque el observatorio tardará 29 días en llegar al punto Langrange 2, en las dos primeras semanas tendrá que desplegar 178 mecanismos en 344 operaciones, en las que cualquier fallo puede afectar la misión al extremo de suprimirla sin un «plan B» que la salve. Es por ello que el equipo seguirá en tensión durante este tiempo. Esto es análogo a los ‘7 minutos de terror’ que vivieron los responsables la misión Perseverance que aterrizó en el planeta Marte el 18 de febrero de 2021. «Si lo miras desde esa perspectiva, el aterrizaje en Marte solo tiene un tercio de posibilidades de puntos de fallo en comparación con el despliegue del James Webb», dijo Zurbuchen.

El ‘pánico’ comenzó tan solo 31 minutos después del despegue, 2 minutos después de la separación con el Ariane 5, cuando el Webb desplegó sus paneles solares. El evento fue el primero de la lista que ya tiene la tilde en verde y garantiza la energía suficiente para que el Webb continúe su viaje de forma autónoma. Una hora y media después fue el turno de la antena de alta ganancia, la más potente del telescopio, a través de la que transmitirá todo lo que descubra en sus observaciones a los receptores de la red de espacio profundo en nuestro planeta, Pero nosotros no conoceremos estas maravillosas imágenes del universo hasta antes del segundo semestre de 2022 cuando el observatorio este completamente calibrado.
Respecto de otros proyectos, el nuevo telescopio espacial cuenta a su favor con que los procesos pueden ser activados desde los centros de control en Tierra, a diferencia de las misiones marcianas en las que, debido a la distancia y los márgenes acotados de tiempo para la ejecución, deben activarse de forma pre-programada. «Todo el proceso de despliegue está muy controlado por personas», afirmó Amber Straughn, científica adjunta del proyecto Webb para comunicaciones en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Maryland. «Con la excepción del primer par de despliegues que sucedieron a la separación de la nave espacial, todas las maniobras serán controladas desde aquí, asegurándonos de que todo funciona correctamente».
Aunque al inicio del proyecto la misión estaba calculada para 5 años de vida útil, sobre el final se ha configurado para duplicarse este tiempo, sin embargo, en un escenario en el que todo sale a la perfección podría alcanzar los 18 o 19 años de vida operativo. El nuevo «juguete» de los científicos observará con resolución sin precedentes misterios tan cercanos como los de nuestro Sistema Solar hasta la luz de la primera generación de galaxias y estrellas, revelando su forma y su desarrollo, gracias a su visión en el infrarrojo medio, que le permitirá observar más lejos y, por tanto, más atrás en el tiempo. Sin duda, una promesa muy ambiciosa que, en palabras de Zurbuchen, «son la materia de la que están hechos nuestros sueños».