Bautizada como Heracles, su masa da cuenta de un tercio del denso halo central de nuestra galaxia. A pesar de su tamaño, no había sido vista hasta ahora.

Lo que sabemos de la formación e historia de nuestra galaxia cobra una nueva dimensión luego de que astrónomos estadounidenses descubrieran una “galaxia fósil” escondida en las profundidades de nuestra Vía Láctea.
El hallazgo lo hizo el Experimento de Evolución Galáctica del Observatorio Apache Point (APOGEE) de Sloan Digital Sky Surveys y ha sido publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Los investigadores llamaron Heracles a esta galaxia fósil, en honor al antiguo héroe griego que, según la mitología, recibió el don de la inmortalidad cuando se creó la Vía Láctea. Se estima que pudo haber chocado con la Vía Láctea hace 10.000 millones de años, para entonces nuestra galaxia aún se encontraba en fase de formación.

Los restos de Heracles ocupan aproximadamente un tercio del halo esférico de la Vía Láctea. Esta es una porción muy grande de nuestra galaxia por lo que podría suponerse que la habríamos detectado antes, pero la verdad es que, desde nuestro punto de observación en el sistema solar, la galaxia está escondida en la zona interna de la Vía Láctea.

La Vía Láctea y sus estrellas

Una imagen de todo el cielo de las estrellas de la Vía Láctea vistas desde la Tierra. Los anillos de colores muestran la extensión aproximada de las estrellas que provienen de la galaxia fósil conocida como Heracles. Los pequeños objetos en la parte inferior derecha de la imagen son las Nubes de Magallanes Grandes y Pequeñas, dos pequeñas galaxias satélite de la Vía Láctea. Crédito de la imagen: Danny Horta-Darrington (Universidad John Moores de Liverpool), ESA / Gaia y SDSS

“Para encontrar una galaxia fósil como esta, tuvimos que observar la composición química detallada y los movimientos de decenas de miles de estrellas”, dice en un comunicado Ricardo Schiavon de la Universidad John Moores de Liverpool (LJMU) en el Reino Unido, un miembro clave del equipo de investigación. “Eso es especialmente difícil de hacer para las estrellas en el centro de la Vía Láctea, porque están ocultas a la vista por nubes de polvo interestelar. APOGEE nos permite atravesar ese polvo y ver más profundamente que nunca en el corazón de la Vía Láctea”.

Cómo fue el descubrimiento

La mejor forma de observar el interior de nuestra galaxia es haciéndolo en la banda de los infrarrojos. APOGEE toma espectros de estrellas en luz infrarroja cercana, en lugar de la luz visible que queda oscurecida por el polvo interestelar. Durante sus diez años de vida de observación, APOGEE ha medido los espectros de más de medio millón de estrellas en toda la Vía Láctea, incluido su núcleo previamente oscurecido por el polvo.
El estudiante de posgrado Danny Horta de LJMU, autor principal del artículo que anuncia el resultado, explica que “es necesario examinar una cantidad tan grande de estrellas para encontrar estrellas inusuales en el corazón densamente poblado de la Vía Láctea, que es como encontrar agujas en un pajar”.

La Vía Láctea desde arriba

La ilustración muestra cómo se vería la Vía Láctea desde arriba. Los anillos rojos indican la extensión aproximada de la galaxia fósil conocida como Heracles. El punto amarillo muestra la posición del Sol – Danny Horta-Darrington (Universidad John Moores de Liverpool), NASA / JPL-Caltech y SDSS

“De las decenas de miles de estrellas que observamos, unos pocos cientos tenían composiciones químicas y velocidades sorprendentemente diferentes”, dijo Horta. “Estas estrellas son tan diferentes que solo podrían haber venido de otra galaxia. Al estudiarlas en detalle, podríamos rastrear la ubicación precisa y la historia de esta galaxia fósil”.
Como se sabe, las galaxias se forman como resultado de la fusión de galaxias más pequeñas a lo largo del tiempo. Es por esto que los remanentes de galaxias más antiguas con frecuencia se ven en el halo exterior de la Vía Láctea, una enorme, pero muy escasa nube de estrellas que envuelve la galaxia principal. Sin embargo, nuestra galaxia se construyó de adentro hacia afuera, encontrar las primeras fusiones requiere buscar en las zonas más cercanas al núcleo de la Vía Láctea, las que se encuentran en la profundidad del disco y que además se juntan demasiado entre sí.

Nuestra galaxia es inusual

Como las estrellas que originalmente pertenecían a Heracles representan hoy aproximadamente un tercio de la masa total del halo de la Vía Láctea, podemos decir en consecuencia, que la colisión debió ser un evento de grandes dimensiones. Aunque la mayoría de las galaxias espirales masivas tuvieron infancias tranquilas, este hallazgo indica que nuestra galaxia es un caso inusual.
“Como nuestro hogar cósmico, la Vía Láctea ya es especial para nosotros, pero esta antigua galaxia enterrada en su interior la hace aún más especial”, dice Schiavon.

Karen Masters, portavoz de SDSS-IV comenta: “APOGEE es una de las encuestas emblemáticas de la cuarta fase de SDSS, y este resultado es un ejemplo de la ciencia asombrosa que cualquiera puede hacer, ahora que casi hemos completado nuestros diez años de misión”.

Y esta nueva era de descubrimientos no terminará con la finalización de las observaciones APOGEE. La quinta fase del SDSS ya ha comenzado a tomar datos, y su ‘Milky Way Mapper’ se basará en el éxito de APOGEE para medir espectros de diez veces más estrellas en todas las partes de la Vía Láctea, utilizando luz infrarroja cercana, visible luz y, a veces, ambas.